La Gran Exclusiva

Gillian Anderson vuelve a adoptar el acento inglés para adentrarse en el mundo de la Familia Real británica con una película falta de emoción

Siguiendo con su querencia particular por la familia real británica y reutilizando los decorados de un palacio que ya nos resultan familiares, Netflix estrenaba este mes de abril el que bien podría haber sido un nuevo episodio fascinante de la serie The Crown pero esta vez en forma de película.

El momento escogido: la sorprendente y por qué no decirlo, un tanto bochornosa entrevista que el príncipe Andrés concedió a la BBC en 2019 para defenderse de quienes le acusaban de ser compañero de aventuras del pedófilo Jeffrey Epstein y que, sin embargo, acabó siendo el catalizador de su salida de la Familia Real y la vida pública.

Imagen: BBC
Imagen: BBC

Cómo se gestó la entrevista y la reproducción de la misma es el único contenido de una película que sabe a poco. Y es que lejos está de recordar a películas de éxito como la ganadora del Oscar en 2026 Spotlight, que con un profundo y detallado trabajo de investigación emocionaba al espectador y le manía pegado a la pantalla. 

Porque en este caso, la emoción y la intriga brillan por su ausencia. Y es que al descubrir la historia nos damos cuenta que investigación no hubo sino más bien un estar en el sitio adecuado en el momento adecuado (un programa de la BBC falto de contenidos y con la amenaza de ser cancelado por problemas económicos de la cadena, el resurgir de la polémica Epstein, una periodista inagotable que conocía a las personas indicadas)

Cómo se gestó la entrevista y la reproducción de la misma es el único contenido de una película que sabe a poco

Entonces ¿Dónde radica el interés de La gran exclusiva? La respuesta la encontramos en sus personajes. Y es que lejos de un reflejo de astucia periodística, la película de Netflix consigue atrapar con un retrato del Príncipe Andrés que no le deja en un muy buen lugar. Un hombre alejado de la realidad que nunca llega a comprender la gravedad de las acusaciones y las situaciones a las que se enfrenta.

¿Dónde radica el interés de La gran exclusiva? La respuesta la encontramos en sus personajes

Con una caracterización tan precisa que por momentos asusta, el actor Rufus Sewell encarna al que parece un niño atrapado en el cuerpo de un hombre. Colocando sus numerosos peluches en la cama, mencionado a su madre como salvavidas permanente, la nula preparación ante la entrevista más importante de tu vida; mil son los detalles que reflejan la personalidad vergonzante de un príncipe que o bien no sabía lo que se venía encima o se creía inviolable y le daba igual las consecuencias.

Imagen: Netflix
Imagen: Netflix

A Rufus Sewell y a su personaje, curiosamente teniendo el delito del que al Príncipe Andres se le acusa, le rodean mujeres que algunas sin quererlo y otras sin saberlo provocarán la caída de un hombre que hasta ese momento parecía intocable.

Interpretando a la intrépida periodista Sam McAllister, una Billie Piper casi irreconocible, encarna en su personaje la esencia del mundo periodístico; profesionales cuyos nombres y rostros muchas veces son desconocidos para el gran público pero que son los responsables de conseguir las entrevistas y exclusivas que hacen a otros profesionales brillar. 

Una interpretación llena de fuerza de una mujer que se había contentado con estar en un segundo plano en esta historia para pasar en la película a ser una de las figuras principales. (no en vano parte de la promoción de la película ha caído en manos de la propia Sam, contando no solo cómo se gestó la película sino también la propia entrevista)

Imagen: Netflix
Imagen: Netflix

Pero si hay una protagonista indiscutible en esta película, por su nombre ya consagrado en la industria y su interpretación siempre soberbia, esa es Gillian Anderson. Resulta apabullante la encarnación milimétrica de Emily Maitlis durante toda la película, pero especialmente durante la recreación de la famosa entrevista que el príncipe Andrés concedió a la periodista. 

Si hay una protagonista indiscutible en esta película, por su nombre ya consagrado en la industria y su interpretación siempre soberbia, esa es Gillian Anderson.

Y es que tras su paso por The Crown donde interpretó a la primera ministra Margaret Thatcher, la actriz estadounidense vuelve a adoptar el acento inglés para adentrarse en el mundo de la familia real británica. Control y fuerza en la mirada son las dos grandes cualidades de la actriz que interpreta magistralmente el gran cambio de actitud de Emily Maitlis ante la entrevista que finalmente la llevó al éxito: de pretender acorralar a un príncipe con sus mentiras, a dejar que él sólo con su verborrea y sus historias absurdas (Pizza Express mediante) cavase su propia tumba.

Keeley Hawes interpretando a la secretaria personal del príncipe Andrés completa este trío de mujeres que pisan con paso firme en las estancias maravillosamente recreadas de Buckingham Palace que contribuyeron cada una a su medida a la caída de uno de los miembros destacados de la Familia Real británica con una de las entrevistas más bochornosas de la historia.

Imagen: Netflix
Imagen: Netflix

Grandes actuaciones y encarnaciones son el punto fuerte de una película que sin embargo no consiguen compensar una historia que no da más de sí y un guion falto de emoción que no pone toda la carne en el asador. Y es que si algo nos queda claro después de ver esta película es que esto podría haber sido un gran episodio de The Crown porque, como película y contrariamente a lo que supuso el momento que retrata, no aporta nada especial para que la Historia no la deje caer en la intrascendencia y en el olvido.

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