
O Corno
La ganadora de la Concha de Oro nos trae un canto a la sororidad que envuelve toda la película y la hace bella
El pasado mes de septiembre la pelicula española O Corno empezaba su andadura frente al público coronándose como la ganadora de la Sección Oficial en la 71 edición del Festival de San Sebastián. La elección del jurado no estuvo exenta de sorpresas; y es que la última ganadora de la Concha de Oro no puede ser más distinta a las ganadoras que la precedieron. O Corno se alza no sólo con la Concha sino con el honor en ser la primera película dirigida por una mujer española que gana el premio. Una película que además está rodada en gallego y portugués íntegramente. Todos estos elementos se unen para crear en los espectadores una pequeña curiosidad que nos llama a adentrarnos en el mundo de O Corno con la mente abierta.

Con su segundo trabajo, Jaione Camborda nos sitúa en la España de 1971 a través de la historia de María, una mariscadora gallega que también dedica su tiempo a atender partos en su pueblo de una manera muy cuidada y respetuosa. Sin embargo, algo sucede que hará que su vida cambie y tenga que huir cruzando la frontera con Portugal, una frontera que además de terrestre es política.
La historia que nos presenta O Corno es una muy física, algo que queda reflejado ya desde su primera escena donde se representa un parto de una manera tan real y cuidada que hace que el espectador se adentre ya desde el inicio en lo íntimo que es para una mujer ese momento vital. Sin necesidad de subrayarlo colocando la cámara de manera explícita o con escenas demasiado histriónicas, la directora consigue con el fuera de campo, que el espectador sienta lo potente, animal, primitivo, único y universal que es ese momento. A través de la escena se puede ver cómo es María, cómo hace su trabajo, cómo consigue que la mujer se sienta cómoda, cuidada, sujetada (literal y metafóricamente) en un momento crucial en su vida.

Sin necesidad de mucho dialogo y gracias a la impecable interpretación de la bailarina profesional Janet Navas, que debuta como actriz en este largometraje, el espectador viaja por el sufrimiento que le toca vivir a la protagonista. Son sus miradas, sus gestos y los planos en silencio que usa la directora, los que ayudan a intuir los pensamientos de María y sus decisiones.
En el otro extremo de la maternidad y del nacimiento, la directora coloca el aborto, y ese será el punto de inflexión que le hará huir, ya que en la España franquista de los 70, el cuerpo de la mujer era una cuestión política y sus decisiones sobre él, estaban penadas. A partir de ahí se inicia un viaje de supervivencia y superación de la protagonista en la que se encontrará con diferentes personajes condenados a la supervivencia como ella.

Frente a la luminosidad de la primera parte, es en esta segunda mitad donde el espectador nota la oscuridad y la opresión de la huida, los escenarios difíciles que se vivían en esa época, sobre todo en la frontera, ya sea porque seas contrabandista, practiques la prostitución o ayudes a interrumpir embarazos.
Junto con el trabajo en el campo, el mar, el apego a la tierra, el dolor y el cuerpo de la mujer, que están tan bien representados, es una cadena de sororidad lo que de verdad envuelve toda la película y la hace bella. Durante toda su historia María tendrá que superar barreras, inconvenientes y momentos complicados, pero siempre hay una mujer que empatiza con su situación y decide ayudarla. Será durante esos momentos en los que busque ayuda o se sienta perdida, cuando sienta el sosiego en otras mujeres y el calor que da una tribu.
Estreno en cines de España: 11 de octubre (2023)
