Soy Nevenka

Iciar Bollain presenta una película que ,más parecida a un documental ficcionado, consigue saber a poco

Para Nevenka Fernánedez (Ponferrada, 1974) la redención llegó hace apenas tres años después de años de una vergonzante condena pública. Primera mujer a la que la justicia la reconoció víctima de acosos sexual por parte de un político, la valentía de denunciar el infierno vivido durante años le supuso un juicio público y mediático paralelos al judicial que acabaron con su exilio "voluntario".

Pero en 2021, de la mano de Ana Pastor y Netflix, Nevenka por fin tuvo fuerzas de contar su propia historia. Una historia que ahora recuerda la directora Iciar Bollain quien, tras el éxito de Maixabel, tiene entre mano un nuevo caso real que llevar a la pantalla.

La tarea era ardua; ¿Qué puede aportar una ficción a una historia ya conocida y recientemente contada por su protagonista? Esa misma pregunta sin resolver es con la que puede salir un espectador para el que caso no le sea extraño que llega a ver más la película como un documental ficcionado que como una cinta prescindible.

Fotograma de "Soy Nevenka"
Fotograma de "Soy Nevenka"

Muchos enfoques son los que abarca "Soy Nevenka"; unos primeros compases que se desarrollan como una mera sucesión de secuencias contadas sin un hilo conductor más que mostrar una España en todos sus contextos. Política local dominada por hombres machistas, corrupción municipal y sociedad cerrada de mente que permitía silencios cómplices. Una perfecta tela de araña que envuelve a la protagonista hasta caer en las garras del acoso.

Es precisamente esta parte en la que la película empieza a brillar. Todo lo que era luz en la imagen y en la protagonista se vuelve oscuro de ahí en adelante. Y es que como la directora confesó durante la rueda de prensa, ese era el enfoque que era primordial. Y en eso Iciar Bollaín acierta. Ver el sufrimiento de una víctima que la apaga poco a poco y la impotencia de poder probar sus vivencias en una sociedad que la silencia es lo que más impacta y angustia, más aún al recordar que todavía os juicios sociales a las víctimas de acoso están a la orden del día.

Fotograma de "Soy Nevenka"
Fotograma de "Soy Nevenka"

Elegir a los actores adecuados siempre es una tarea ardua para cualquier director; y más en esta película siendo los protagonistas los encargados de encarnar, sin caricaturizar, personas de sobra conocidas que

Ver el sufrimiento de una víctima que la apaga poco a poco y la impotencia de poder probar sus vivencias en una sociedad que la silencia es lo que más impacta y angustia

Una Nevenka frágil pero con la fortaleza suficiente para salir del abismo era el reto de una hasta ahora desconocida Mireia Oriol que no termina de conectar con el espectador con una actuación que a veces se siente fingida y falta de un realismo visceral. Sólo con la ayuda de unos grandes primeros planos que encierra al espectador en su mirada atrapa Mireia Oriol a un espectador que su partenaire Urko Olazabal consigue atraer desde el primer momento. Navegando entre la caricatura y el patetismo, el actor vasco consigue dibujar al monstruo carismático pero falto de empatía que atrapa a una joven en su red. Irrisorio por momentos si no fuese tan real como duro el ridículo en el que caen los hombres que definen una España y una época de la que por desgracia todavía quedan retazos.

Y es que más de 20 años después "Soy Nevenka" llega para interpelar a una sociedad entera, hombres incluidos, y para recordarnos que se ha recorrido un largo camino, pero todavía queda mucho por andar. Una sociedad más concienciada y unos medios públicos más empáticos y prudentes con las víctimas son el resultado de años de lucha de mujeres como Nevenka que disfruta ahora de la reparación de un escarnio público que ahora los espectadores también pueden recordar con vergüenza en los cines.

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